Una parte de mi locura

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Que tú estás aquí, que existe la vida, que prosigue el poderoso drama y que tú puedes contribuir con un verso ¿Cuál será el tuyo?

lunes, 11 de abril de 2011

Allí donde estés tú


Eran tiempos difíciles, había estado tanto tiempo encerrado en aquella habitación, húmeda, sucia y oscura... Gracias que Bertrand Boissieu, mi jefe de la fábrica de coches vino a buscarme y pagó mi fianza.

Mientras esperábamos en las oficinas de la Carlingue cogí su periódico, París, 20 de julio, 1942. Habían pasado sólo cuatro días desde que aquellos alemanes habían entrado en el piso que compartía con la familia Kupfer, y parecía que hubiese sido muchísimo más tiempo. Tuve suerte al encontrarme con aquel policía en el Velódromo, puede que creyese mis palabras al decirle que me llamaba Cèdric Lemoine y que era francés, o simplemente leyó el terror en mis ojos, fuera lo que fuese, le estaré eternamente agradecido por sacarme de aquel horrible lugar y avisar al señor Boissieu para que viniera a buscarme.

Ya estaba fuera, pero ¿y Sarah?, ¿habría conseguido escapar?, tenía que ir a buscarla pero seguro que no estaba en su casa, también habrían ido a por ella como a por todas las familias judías de París. Efectivamente, la puerta estaba abierta, todo por los suelos...

¡Sarah! ¡Sarah! ¿Estás ahí? -grité con la vaga esperanza de que saliese por detrás de alguna de aquellas puertas... . No hubo respuesta. “Cèdric, estará bien” - me dije a mi mismo para tranquilizarme. Y de pronto oí un ruido, un escalofrío recorrió mi cuerpo, noté el frío del metal en mi nuca, me giré muy lentamente... ¡Era Zoel, el hermano de Sarah!, mis ojos no daban crédito, estaba vivo, Zoel corrió hacia el cuarto de estar y de pronto salió Sarah, ambos rompimos a llorar, no pudimos contener la emoción.

-¿Estás bien? -pregunté.
-He pasado tanto miedo Cèdric.
-Pero lo importante es que ahora estás bien, y yo estoy aquí, contigo; A mi me llevaron al velódromo el día de la redada,¿recuerdas la familia judía con la que vivía?, ahora ya estarán en alguno de esos espantosos campos de trabajos forzados.
-¿Qué voy a hacer ahora? No sabemos dónde ir.
-No te preocupes, el señor Boissieu me ha dado unos días de vacaciones para recuperarme asique podemos ir con mi tio Jacques, tiene una granja a 20 km de España, iremos hoy mismo, pasaremos la noche y cuando crucemos la frontera viajaremos hasta Portugal, donde cogeremos un barco hasta América.
-Eso suena demasiado bien como para que funcione, además, no puedes arriesgarte así por mi, a ti no te buscan, eres francés.
-Sarah, aunque suene muy a tópico, mi lugar está allí donde estés tú.

Enseguida nos pusimos a preparar algo de equipaje para nuestro largo viaje, decidimos quedar en la esquina de la calle Danjou, como siempre, Zoel se quedaría en París, ya había preparado su huída con otro grupo de judíos. Fui a casa tan rápido como pude, cogí las pocas provisiones que quedaban, y recogí la camioneta que el señor Boissieu me había prestado con la excusa de ir a visitar a mi tio Jacques.

Sarah me esperaba allí, al poco tiempo se quedó dormida, cuánto habría sufrido aquellos días, pero yo sabía que las cosas saldrían bien. Nos costó bastante llegar hasta la granja ya que tuvimos que tomar caminos para evitar registros... Por fín llegamos hasta Biarritz, mi tio nos estaba esperando. Descansé un poco y comimos caliente, no sabíamos lo que nos depararía hasta llegar a Portugal, además tendríamos que cruzar la frontera con España andando. Mi primo nos llevó ya que conocía bastante bien los senderos y conseguimos pisar territorio español. Tomamos varios trenes hasta llegar a Portugal, no sé cómo ni por qué nos sonrió la suerte, quizá el conocer el español también nos facilitó las cosas, no tuvimos que pasar ningún registro... todo estaba saliendo demasiado bien, eso nos daba miedo.

Por fin estabamos rumbo a las Américas, podríamos empezar una nueva vida, lejos de las diferencias de religiones o de ideales políticos, sólo ella y yo. No recuerdo bien cuántos días estuvimos en aquel gran barco pero fueron estupendos, nunca habíamos estado tan felices, habíamos conseguido olvidar todo lo que habíamos dejado en Paris.

Pero lo que Sarah no sabía es que a mi no me quedaba mucho tiempo, supe de mi enfermedad justo el día de la redada y con todo esto, pensé que sería mejor no decirle nada.

Llegamos a Brasil donde no nos costó mucho conseguir una casa, yo tenía algo de dinero ahorrado y Sarah también, ambos conseguimos un trabajo pero yo cada día me sentía más y más débil. Ella parecía no darse cuenta hasta que me descubrió desplomado en el baño aquella mañana del 2 de septiembre, ya era tarde. No sé todavía de dónde saqué fuerzas y le dije “mi lugar está allí donde estés tú”.

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