Una parte de mi locura

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Que tú estás aquí, que existe la vida, que prosigue el poderoso drama y que tú puedes contribuir con un verso ¿Cuál será el tuyo?

domingo, 7 de agosto de 2011

Almohadas mullidas- Irene Vallejo

Los demás son un enigma inquietante que desciframos mirando a la cara. Allí intentamos leer las intenciones del otro y decidimos si confiar o temer, si hablar o callar, si ofrecer o buscar consuelo. Los ojos, la boca, las cejas y la nariz están enviando continuamentes señales de miedo, sorpresa, aburrimiento, dicha o pena, cifradas en un alfabeto que todos sabemos cómo interpretar. Pero quizá la parte más sorprendente del rostro son las mejillas, esas extensiones vacías que a pesar de todo consiguen expresarse. Basta pensar que en ellas se manifiesta la vergüenza a través del sonrojo o que el alegre despliegue de nuestras sonrisas las mueves y les dibuja hoyuelos. En cada una de las mejillas hay una promiencia ósea a la que llamamos pómulo -en latín "manzanita"-, pero por lo demás son la parte más blanda de la cara, la zona esférica buscada por las manos para acariciar o pellizcar cariñosamente. La sensación de hundir con suavidad los dedos en ese tierno lugar muy agradable. Por eso, dejando correr la imaginación hacia el delicioso contacto, la palabra "moflete", de origen francés, deriva del adjetivo "mullido". Si, meditabundos o cansados, apoyamos la cabeza en la mano, las mejillas sivern de cómodo almohadón. Incluso podría decirse que las almohadas de nuestras camas recuerdan la imagen de un moflete rollizo, y al amparo de su suave roce transcurren nuestros sueños, nuestras enfermedades, nuestros insomnios y nuestros amores.

*Lo he leído en el periódico esta mañana, me ha encantado.

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