Y yo, como muchos otros, no quiero desaparecer entre los pliegues del tiempo

No recuerdo exactamente por qué empecé con este blog; supongo que necesitaba desahogarme con alguien y hacerlo aquí de esta manera me hacía sentir menos culpable, menos partícipe de obligar a que alguien me escuchase. Es una sensación algo menos gratificante que exponer tus problemas, temores o alegrias abiertamente ante una persona en concreto, pero te ayuda, y mucho, de hecho para mi, es una pequeña terapia que te ayuda a desconectar y a crecer.

Me siento orgullosa al leerme hace un año y ahora; aunque nunca dejará de haber resquicios de pesimismo en mi forma de ver la vida ya que ganó muchas batallas, el optimismo por fín salió airoso de esta pequeña guerra. Supongo que mi creciente amor por las letras ha ayudado muchísimo.

He aprendido que no hay que escuchar todo lo que oimos y que solo hay que hablar si nos respalda la prudencia y el conocimiento, que nada ni nadie es lo que parece, que el exceso de empatía es malo y la memoria traicionera, que los consejos son consejos y no reglas que podemos tomarlos o no, que cada uno es feliz a su manera y no hay que dejarse llevar, que debemos ser fieles a nuestras máximas en la vida y que los rencores no nos llevan a ninguna parte. He aprendido a confiar, a no aprender sola y a dar gracias (o por lo menos intentarlo) a los que me regalaron su saber.